Fauna celeste: del Zodiaco y otras constelaciones

Carta celeste del siglo XVII realizada por el cartógrafo holandés Frederik de Wit.
Fecha de publicación
Autor/es
María Carmen del
Puerto Varela
Categoría

¿Qué hacen tantos animales en el cielo? ¿Por qué proyectamos sus siluetas en la mitad de las constelaciones de la bóveda celeste y en gran número de nebulosas, sin duda los objetos más bellos del Universo? Algunas respuestas, en este peculiar parque zoológico, la categoría de “Safari cósmico” que hoy abre sus puertas en nuestra Vía Láctea, s/n.

Constelaciones, asterismos y catasterismos

Una constelación es una agrupación aparente de estrellas: aunque parecen hallarse en el mismo plano, en realidad se encuentran a diferentes distancias sin que necesariamente exista relación entre ellas. Por convenio, hoy es cada una de las 88 áreas en que se divide el cielo así como el grupo de estrellas que contienen. La mitad de estas constelaciones llevan nombres de animales (véase la siguiente tabla).

Constelaciones animales

Sin embargo, a lo largo de la historia, el número total de constelaciones y el área que ocupaban variaban según el autor que catalogaba las estrellas. Entre 1922 y 1930, estas constelaciones y sus abreviaturas oficiales fueron definitivamente establecidas por la Unión Astronómica Internacional (IAU), la organización que recientemente ha propuesto un concurso mundial para asignar nombres a exoplanetas y a sus estrellas asociadas, como se comentaba en la entrada de este blog “Planetas con nombre y apellidos/1”.

La propia palabra constelación procede, según Martos Rubio*, de la voz constelado y ésta a su vez de la locución latina cum stellatus, participio pasado de la locución verbal cum stellare, es decir, “(formar) con estrellas”. “Aunque los romanos no inventaron las constelaciones, fueron ellos, sin embargo, quienes nos las han transmitido, lo que explica que casi todas ellas tengan hoy nombres latinos. Aun así, los asterismos encierran una pista cuyo origen puede ser anterior a la civilización romana”.

Sin llegar a ser constelación, un asterismo es un prominente grupo de estrellas, generalmente con un nombre popular, que no constituye una constelación completa. Ejemplos: las Pléyades y las Híades en la constelación del Toro (aunque algún clásico las consideró constelaciones propiamente dichas).

Por su parte, el término catasterismo (o Estudio de los Astros) fue acuñado por Eratóstenes (276-196 a.C.), astrónomo y director de la Biblioteca de Alejandría, para designar la conversión de un ser mitológico en una agrupación atractiva de estrellas. Así han sido catasterizados en el cielo los principales personajes de la mitología grecolatina.

Las constelaciones zodiacales

En el movimiento de los astros sobre la eclíptica (el aparente recorrido anual del Sol por los cielos), los antiguos se imaginaron una serpiente muy larga que sólo se iba viendo al completo con el transcurso del año. A esta serpiente se la llamó Uróboros, que significa “devoradora del cielo” (de Uranos, ”cielo”, y boros, ”devorador”), porque al llegar a su extremo volvía a aparecer la cabeza, como una pescadilla mordiéndose la cola.

El zodíaco astronómico es un cinturón imaginario que se extiende 9 grados a cada lado de la eclíptica y sobre el que se sitúan las doce antiguas constelaciones designadas con los nombres de las figuras que sus contornos evocaban a los antiguos: el Carnero, el Toro, los Gemelos, el Cangrejo, el León, la Virgen, la Balanza, el Escorpión, Sagitario o el Arquero, Capricornio, Acuario o el Aguador y los Peces. En latín, Aries, Taurus, Gemini, Cancer, Leo, Virgo, Libra, Scorpius, Sagittarius, Capricornus, Aquarius y Pisces. Alguna de estas constelaciones zodiacales se conoce más por su nombre latino que por su traducción al español. Es el caso de Aries, Virgo y Libra.

Según el arqueoastrónomo Juan Antonio Belmonte**, si bien aún hay autores que postulan un origen egipcio del Zodíaco -una expedición napoleónica a Egipto había descubierto en el templo de Hator, en Dendera, un diagrama celeste que incluía las doce constelaciones zodiacales-, “la opinión unánime es que el Zodíaco se originó por primera vez, en la versión que hoy en día conocemos, en algún lugar de Mesopotamia (posiblemente Seleucia o Babilonia) durante los primeros años de dominación helenística que siguió a la conquista del Imperio Persa por Alejandro Magno a finales del Siglo IV a.C.”

Como la mayoría de las constelaciones representan animales, los griegos -cuenta Martos Rubio- llamaron a este cinturón o círculo imaginario Zodiakos, contracción de Zodion Kyklos, donde la voz zodion es un diminutivo de zoon, a su vez contracción de zoion, que significa “animal”. “Sería pues, el ‘Círculo de los animalitos’, algo que, a primera vista, parece muy de acuerdo con la naturaleza de las figuras que representan estas Constelaciones”. Sin embargo, como apunta este autor, Ptolomeo distinguió tres naturalezas diferentes entre sus asterismos -cuerpos, animales y objetos celestes-, por lo que algunos autores prefieren traducir zodion por “figurita tallada y pintada”.

El zodíaco astrológico, por su parte, está dividido en 12 porciones iguales de 30 grados, a cada una de las cuales se le asigna y nombra un signo: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Pero estas porciones no se corresponden con las constelaciones astronómicas, las cuales tienen diferentes tamaños y presentan pequeñas variaciones en los nombres, al menos en castellano. Compárese la distinta grafía de alguno de estos signos astrológicos con la de las constelaciones astronómicas: Tauro, en lugar de Taurus o el Toro; Géminis, en lugar de Gemini o los Gemelos; y Piscis, en lugar de Pisces o los Peces.

Continuará…

*MARTOS RUBIO, AlbertoHistoria de las Constelaciones. Un ensayo sobre su origen. Tomo I. Equipo Sirius. Madrid, 1992. Pág. 61, y Tomo III. Págs. 337-338

**BELMONTE, Juan Antonio. “Historias del Zodíaco”, en la obra colectiva Misterios del Cosmos y otros ensayos, que recoge las conferencias del curso “La Astronomía en Canarias”, organizado en el Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife en 1996. Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife. Tenerife, 1997. Pág. 15.