Pequeños satélites, grandes caminos al espacio
Cada noche, miles de puntos de luz se encienden en el firmamento como si una mano indiscreta pulsara un interruptor cósmico. No todos son estrellas: los satélites espaciales comenzaron a formar parte de nuestro paisaje nocturno desde el inicio de la carrera espacial, en 1957. Aquel año, la Unión Soviética hizo historia al poner en órbita el Sputnik I. Le siguió Explorer 1, lanzado por Estados Unidos tan solo cuatro meses más tarde, en enero de 1958. Tras ellos, otros muchos países se han sumado a eso de invertir cantidades ‘estratosféricas’ para poner en órbita instrumentos del tamaño
Irene Mollá Segura
Fecha de publicación