ASTRONOMÍA Y CULTURA EN EL CAMINO DE SANTIAGO

Maitane Urrutia Aparicio
Director de tesis
Juan Antonio
Belmonte Avilés
Dr.
César González García
Tutor de tesis
Juan Antonio
Belmonte Avilés
Fecha de publicación:
3
2023
Descripción

A lo largo de la historia de la humanidad, las distintas culturas incorporaron cuerpos y fenómenos celestes a su folclore, dando cuenta de su interés y fascinación por el firmamento. En la actualidad, incluso cuando la observación de los movimientos de los astros no es necesaria en nuestro día a día para la ubicación en el tiempo y en el espacio, seguimos embelesados ante la imagen del cielo nocturno.

El sol, el astro rey, ha sido el gran protagonista en muchas de las leyendas. Desde los albores del cristianismo se hace patente el simbolismo asociado al sol naciente, identificando a Jesucristo con el Sol de Justicia, que brillará al final de los tiempos, y Oriente alude al paraíso, el lugar de los justos. El sol es por tanto un símbolo de luz, vida, justicia y salvación en la religión cristiana.

La misma iglesia, el lugar de culto, reproduce la Tierra y el Cielo a través de sus formas, y su alineación ad orientem constituye uno de los mayores ejemplos de este pensamiento simbólico, ya que indica la dirección hacia la que debían dirigirse los fieles al rezar. Esta orientación puede también crear fenómenos de iluminación que ensalcen alguna de las características del templo, que den lugar a la transmisión de ciertas sensaciones y a la creación de una atmósfera adecuada al acto.

Desde la astronomía cultural, y en concreto desde la arqueoastronomía, el análisis de estos templos, a través de su iconografía o de su orientación, puede aportar una nueva perspectiva. El estudio de las orientaciones de los templos cristianos puede informar sobre si efectivamente siguieron la dirección del sol naciente en su construcción, tal y como rezaban las prescripciones, e incluso, si así fuera, a qué interpretación de ‘oriente’ correspondían.

A raíz del desarrollo religioso, social y político del cambio del primer al segundo milenio, nació un estilo artístico y arquitectónico conocido como “Románico”, que se propagaría por la Península Ibérica entre los siglos XI y
XIII. Durante este periodo, se invirtieron muchos recursos en la construcción de iglesias y monasterios, especialmente en las regiones atravesadas por el Camino de Santiago. Este último seguía las vías de comunicación entre los distintos reinos cristianos del momento, aunque estaba influenciado por el creciente culto a las reliquias y las peregrinaciones.

Siendo este estilo tan prolífico en el norte peninsular, se pueden tomar las iglesias románicas a lo largo de una de las rutas jacobeas, como el Camino Francés, para establecer una muestra estadísticamente significativa de templos cristianos que permita analizar los patrones de orientación, que darían cuenta de las posibles diferencias y similitudes regionales, así como del potencial uso del Camino como entrada y vía de propagación de estas
nuevas ideas.

Para abordar estas cuestiones, se presenta en primer lugar una Introducción (Capítulo 1) sobre el Camino de Santiago como paisaje cultural y la perspectiva única de la astronomía cultural bajo la que se pretende trabajar.
Se profundiza en las prescripciones para la oración, que dan lugar a la orientación de las iglesias y, en consecuencia, a numerosos trabajos previos que asientan las bases del presente estudio. Se finaliza el capítulo con una sección dedicada a la iconografía y al simbolismo astral que puede observarse en los templos románicos de la ruta jacobea.

Es indiscutible la necesidad de un marco histórico y cultural en el que encuadrar estas iglesias, por lo que en el Capítulo 2 se comenta la situación de los reinos cristianos en la Península Ibérica en este periodo, así como el aparato religioso, en el que cobran protagonismo la reforma litúrgica, la relevancia de las órdenes monásticas y el control de la cuenta del tiempo.

Antes de proceder al análisis de las orientaciones, se ha dedicado el Capítulo 3 a la descripción de la metodología empleada, en el que se explican las magnitudes astronómicas, su relación con los datos fundamentales del estudio, cómo visualizarlos e interpretarlos, y cómo planificar una campaña arqueoastronómica para la adquisición de los mismos.

La presentación y discusión de los resultados principales se encuentra en el Capítulo 4. Se trata de un capítulo extenso, en el que se expone la toma de datos y la muestra y se analizan los reinos cristianos de forma independiente y conjunta, tratando de dar tanto una visión detalla de cada región como de generar una imagen más global en la que el Camino es el vector conductor.

A la vista de los resultados, se ha querido analizar la posible variación temporal de las prescripciones para la orientación. Para ello, se ha planteado la idea de examinar las catedrales de la Península Ibérica e islas adyacentes a través de técnicas de teledetección (Capítulo 5), cuyos datos han resultado ser mucho más complejos de interpretar que lo esperado. Ha sido imprescindible profundizar en las distintas culturas que habitaron la Península Ibérica a lo largo de los siglos para poder comprender las posibles explicaciones a los patrones encontrados.

Finalmente, se recogen las conclusiones más relevantes del trabajo, así como las potenciales vías para explorar en el futuro, que abarcan las continuaciones naturales de este estudio y además indagan en metodologías alternativas.

 

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