LA REALIDAD DE LA FICCIÓN I: “Gravedad en el espacio”

Cartel de la película "2001: Odisea del espacio" (Stanley Kubrick, 1968)
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Héctor Castañeda
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Héctor Castañeda
Héctor Castañeda

No hay arte como el cinematográfico, capaz de crear nuevos mundos alternativos, sólo limitado por la imaginación de sus creadores. Pero, tal como dijo Pablo Picasso, «el arte es la mentira que nos hace comprender la verdad». La intención de esta sección es llamar la atención sobre aquellos momentos en que una buena recreación de la realidad nos provee, de manera inadvertida, de un mayor conocimiento científico.

Empezaremos nuestro camino en el espacio. En las próximas décadas es muy probable que veamos las primeras exploraciones a los planetas más cercanos del Sistema Solar. Marte será, seguramente, el primer candidato. Sabemos, gracias a documentales, que en el espacio exterior se experimenta la sensación de ingravidez o, más precisamente, microgravedad.

Dada la dificultad de representar ese estado en una película, a menos que las escenas se filmen en órbita terrestre (prohibitivamente caro) o bien en aviones en caída libre (tal como se hizo en Apolo XIII), que permiten una sensación de ingravidez por unas decenas de segundos. Más fácil resulta plantear la existencia de una gravedad artificial, similar a la terrestre, y creada de una manera vaga y pseudocientífica.

Pero, ¿cuál sería la manera de representar gravedad artificial en el espacio? Ante todo, debemos definir qué entendemos por gravedad. De una manera simplificada, la fuerza de gravedad representa la atracción entre masas como, por ejemplo, la que experimenta la Tierra en relación con el Sol. Es decir, para generar un campo gravitatorio hay que tener masa.

Dado que el resultado final de la fuerza gravitatoria es experimentar una aceleración, un resultado similar puede alcanzarse a través de un movimiento de rotación. La rotación de un cuerpo genera la llamada aceleración centrífuga, una aceleración en la dirección radial, perpendicular al eje de rotación. Por ello, si nos ponemos en el exterior de una rueda que gira con la adecuada velocidad de rotación, podríamos sentir en nuestro cuerpo una aceleración similar a la terrestre, que nos empujaría a caer hacia afuera del cuerpo en rotación. Esta solución al problema de generar el efecto de una gravedad artificial en el espacio fue ya sugerida por el pionero astronáutico ruso K.E. Tsiolkovski, a principios del siglo XX, y popularizada por Werner Von Braun, en la década de los cincuenta, divulgando la idea de una estación espacial en forma de rueda.

Pero la representación más espectacular de esta idea se encuentra en 2001. Odisea del Espacio, la película de Stanley Kubrick de 1968, basada en la novela homónima de Arthur C. Clarke. Salvo por motivos de coste, no hay nada en la estación espacial en forma de una gigantesca rueda, donde atraca la nave Orión de camino a la Luna, que no sea tecnológicamente factible. El acceso radial desde el centro hacia el área exterior permite a los viajeros una adaptación gradual a las nuevas condiciones de vida. La rotación hace que la aceleración centrífuga haga las veces de gravedad, con la dirección de la aceleración apuntando radialmente hacia afuera. Incluso su tamaño es apropiado, pues una estación de menores dimensiones requeriría una rotación más rápida para simular la aceleración terrestre, lo cual sería malo fisiológicamente para el cuerpo humano que, como se sabe, sólo puede tolerar rotaciones moderadas de un cuerpo. La rotación tiene que ser lenta, porque el cuerpo humano siente náuseas y otros efectos colaterales. En un rasgo de extremo realismo, muy apropiado de la personalidad de Kubrick, los planos en el interior de la estación muestran los pisos curvados. En una situación real, los actores siempre estarían caminando perpendiculares al piso.

La gravedad artificial generada de esta manera eliminaría muchos problemas fisiológicos asociados a la exposición a la microgravedad (pérdida de fluido corporal, pérdida de densidad ósea, etc), que se prevé ocurrirá en viajes de larga duración como los que requerirá la exploración del Sistema Solar. Por eso, los astronautas de la nave Discovery realizan su vida diaria en una gigantesca cámara centrífuga en el centro de control de la nave, bajo la atenta mirada de HAL 9000.

El elevado coste que supone enviar material al espacio no permite llevar a la práctica las ideas de ingenieros y artistas. Pero seguramente las generaciones futuras verán navegar en el espacio la estación espacial, heredera de esos sueños de ingenieros, científicos y artistas de nuestra época.

(Publicado originalmente en IAC NOTICIAS, N. 1-2001. pág. 91)

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Esta serie de artículos rinde homenaje a nuestro compañero Héctor Castañeda, fallecido recientemente. "LA REALIDAD DE LA FICCIÓN" fue una sección fija en la revista IAC Noticias, de 2001 a 2006, en la que el investigador analizaba películas y explicaba sus errores y aciertos.