Pidiendo un deseo a una roca espacial

Foto del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, tomada el 28 de abril de 2015 con la misión Rosetta. Créditos: ESA/Rosetta/NavCam – CC BY-SA IGO 3.0
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Cometas, asteroides, meteoritos…   ¿Sabemos realmente lo que son? Creemos que los dinosaurios se extinguieron a causa del impacto de un meteorito con la Tierra, ¿o fue un asteroide? Todos hemos mirado al cielo y pedido un deseo al ver una estrella fugaz, ¿o le hemos pedido un deseo a un meteoro? Todos hemos visto películas como Deep Impact o Armageddon, donde los protagonistas son estas “rocas”. Pero ¿qué eran?, ¿meteoritos?, ¿asteroides?, ¿cometas? Y más importante aún, ¿creéis que podría sucedernos como en las películas? Vamos a intentar aclararnos.

Uno de los acontecimientos astronómicos más espectaculares y que, además, podemos ver sin necesidad de un telescopio es el paso del cometa Halley surcando nuestro cielo con su brillante estela. Los cometas vienen desde muy lejos, desde más allá del último planeta de nuestro sistema solar. Algunos se acercan con frecuencia a la Tierra. Por ejemplo, el cometa Halley nos visita cada 75 años; el cometa Churyumov–Gerasimenko, en el cual se posó una sonda de la misión Rosetta de la Agencia Espacial Europea, pasa aproximadamente cada 6 años; y otro, que se conoce como Swift-Tuttle, y del que hablaremos luego, pasa cada 133 años.

La estela brillante característica de los cometas es el resultado de la interacción de la atmósfera del cometa con el viento solar. A medida que el cometa se desplaza va perdiendo parte de su estela, cuyas partículas quedan “flotando” allá por donde pasó. Precisamente estos restos son los que se conocen como meteoroides. Cuando la Tierra atraviesa esa zona y se encuentra con los meteoroides, éstos pueden intentar penetrar nuestra atmósfera. Pero no es tan fácil: normalmente el meteoroide se desintegra al entrar en contacto con la atmósfera, dejando una estela luminosa llamada bólido o meteoro, pero que popularmente es conocida como estrella fugaz.

Así que cuando pedimos un deseo, se lo estamos pidiendo a un bólido, que es en realidad un meteoroide que proviene de la estela de un cometa. En agosto se produce la lluvia de estrellas de las Perseidas también conocidas como Lágrimas de San Lorenzo. Esto ocurre cada año por las mismas fechas, cuando la Tierra cruza los restos que dejó el cometa Swift-Tuttle a su paso. Algunos de los bólidos pueden llegar a cruzar la atmósfera y caer sobre la superficie de la Tierra; entonces hablamos de meteoritos.

Hemos visto que cometa, meteoroide, bólido y meteorito están todos relacionados entre sí. Por otro lado tenemos los asteroides, que podríamos confundir con un cometa por su gran tamaño. La diferencia es que éstos no tienen atmósfera y, por tanto, carecen de la estela luminosa característica de los cometas. Pero, ¿qué es lo que hace que los cometas tengan atmósfera y los asteroides no? Pues que los primeros tienen hielo y otros compuestos que pasan de sólido a gas cuando se acercan al Sol, generando así la atmósfera, mientras que los asteroides son rocas gigantes.

Todo esto está muy bien, ahora sabemos a quién o a qué le estamos pidiendo deseos, pero… ¿estamos a salvo? ¿o tendrá que venir Bruce Willis a salvarnos como en Armageddon? A día de hoy, a los “pedruscos peligrosos” se les etiqueta como NEOs –por sus siglas en inglés (Near Earth Objects – Objetos cercanos a la Tierra)–, y para 2022 se espera que uno de ellos se acerque peligrosamente a nosotros. Aunque, no seamos alarmistas, no es el primero que pasa cerca, ni será el último. Pero sí es muy importante mantenerlos vigilados, saber cuántos hay, dónde están y qué hacer si uno se acerca demasiado. Cada vez hay más misiones dedicadas a esta difícil tarea, por ejemplo, la misión AIDA –de las siglas en inglés Asteroid Impact & Deflection Assessment (impacto de asteroide y valoración de desvío)–. Esta misión intentará, por primera vez, desviar un asteroide de su trayectoria para ver si estamos realmente preparados para evitar un futuro impacto.

Después de esto, esperamos que sigáis contemplando el cielo, y pidiendo deseos a esas rocas espaciales que se desintegran en nuestra atmósfera.

Autores:
Ana González-Galán (Universidad de Potsdam, Alemania)
Christoph Kuckein (Leibniz Institute for Astrophysics Potsdam [AIP], Alemania)