Hace un siglo, las caídas de meteoritos generaban espanto y turbación en las gentes, así como expresivas crónicas en la prensa escrita local y nacional No es costumbre de todos los días ver caer una piedra del cielo, y menos acompañada de los fenómenos acústicos y luminosos correspondientes a estos sucesos. La caída de meteoritos es un proceso ocasional, imprevisible tanto en la fecha como en el lugar. Sin embargo, a pesar de que se trata deun suceso que con frecuencia se convierte en motivo de exposición – en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN) se encuentra la más
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Piedras que llovían del cieloGara Mora CarrilloFecha de publicación
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Todos tenían razón y todos estaban equivocados
En el debate del siglo XIX sobre las edades del Sol y de la Tierra, Lord Kelvin no logró mantener su indiscutible autoridad científica El siglo XIX puede ser considerado el período en el que se formularon las leyes básicas de las Ciencias Naturales y se cuantificaron muchos procesos de la naturaleza. Uno de los temas que suscitó más debate fue el de la edad de la Tierra y, por lo tanto, de nuestro sol. Ambos cuerpos deberían tener una edad similar ya que se habrían formado en un mismo proceso. Durante muchos siglos, la Biblia fue la única herramienta para el estudio de la naturaleza. Por
Manuel Vázquez AbeledoFecha de publicación -
Pintorescos eclipses “españoles” que hicieron Historia
Por este motivo astronómico, Elche, Burgos, Cistierna y Canarias fueron centros de atención mundial en el siglo XX En el verano de 1905, España, que por entonces contaba con casi 12 millones de analfabetos totales de una población de 18,6 millones, se convirtió en la capital científica mundial, aunque por pocos días. Todo se debió a los cálculos de astrónomos que predijeron que nuestro país sería el lugar en el que más tiempo se podría observar el eclipse solar total de ese año: 3 minutos y 45 segundos, superando los 2 minutos y medio que duró en la Península del Labrador (Canadá) y en
Elena AlonsoFecha de publicación -
“Agujero negro”, término con magia
La conocida expresión, acuñada por el físico John Archibald Wheeler, sustituyó a las “estrellas congeladas” de la Unión Soviética Lo acertado de un término científico puede ser determinante tanto para animar una investigación como para divulgar el concepto que encierra. Éste parece haber sido el caso de “agujero negro”, una de las expresiones que mejor responde a una idea intuitiva y de las más populares en Astrofísica. Si concentramos una masa muy grande en un espacio muy pequeño tenemos como resultado un agujero negro. “Negro”, porque su fuerza de atracción es tan intensa que no deja
María Carmen delPuerto VarelaFecha de publicación -
Astrólogos de fundamento
Tycho Brahe y Johannes Kepler financiaron sus investigaciones confeccionando cartas astrales a sus mecenas El verano es época propicia para mirar al cielo. Más allá de las sucesivas capas de insectos, pájaros, drones, aviones y satélites, nos topamos con el firmamento: la bóveda que soporta a los astros. Desde muy antiguo, algunos sabios, como el mismo Aristóteles, postularon que el cielo era inmutable… salvo por algunas pequeñas cosas. Como ejemplos de esas anomalías celestes se encontraban los planetas –que «erraban» entre las estrellas fijas– o los cometas. Si los dioses permitían tales
EnriqueJoven ÁlvarezFecha de publicación -
“Atolones” en el vacío
El Universo está formado por miles de millones de galaxias similares a la Vía Láctea, lo que no se supo hasta el primer cuarto del siglo XX En el exclusivo club de los conceptos científicos que cambiaron para siempre el pensamiento humano ocupan un lugar destacado la evolución de las especies, el mundo atómico, la finitud de la velocidad de la luz… Sin embargo, relegado a un discreto plano, fuera de los focos comunes del conocimiento público, se resguarda la idea de un universo poblado de galaxias. Una de las razones por las que esta idea suele vivir en el anonimato es la naturaleza esquiva
IgnacioTrujillo CabreraFecha de publicación -
Lluvias de estrellas en antiguas civilizaciones
Las civilizaciones antiguas dejaron escasos testimonios de las lluvias de estrellas, aunque no las catalogaron como tal. Así, en el siglo II a.C., los chinos dejaron una referencia de una observación cometaria en El libro del príncipe de Huai-Nan (1057 a.C.), escrito por Liu An durante el reinado de Wu. En el Egipto Antiguo, en la estela de Tutmosis III, hallada en el primer patio del templo de Amón en Gebel Barkal, hay una inscripción que bien podría referirse a un avistamiento de estrellas fugaces. He aquí un fragmento de la transcripción: “Era la segunda hora cuando vino la estrella que
Elena AlonsoFecha de publicación -
Cuando las Perseidas no eran un fenómeno astronómico
Hasta el siglo XIX, muy pocos científicos se planteaban que las lluvias de estrellas pudieran tener un origen extraterrestre, por encima de las capas más bajas de la atmósfera. Durante más de dos mil años, la teoría de Aristóteles de que los cometas (origen de la mayoría de las lluvias de estrellas) eran fenómenos atmosféricos, “exhalaciones de la atmósfera terrestre”, se mantuvo vigente sin apenas cambios hasta las detalladas mediciones de Tycho Brahe en el siglo XVI. De ahí el término científico meteoro (en griego, “elevado en el aire”), sinónimo de estrella fugaz y raíz léxica de
Elena AlonsoFecha de publicación -
Triángulo de Verano a la vista
Vega, Deneb y Altair se convierten en las superestrellas del hemisferio norte durante las noches de agosto Vega, una de las estrellas más brillantes del cielo, forma con Deneb y Altair el asterismo conocido como Triángulo de Verano, que puede contemplarse en el hemisferio norte durante las noches estivales, siempre que no haya nubes. Oswald Thomas, director en dos ocasiones del Urania-Sternwarte, el primer observatorio popular de Austria, y del Zeiss Planetarium de Viena, compuso con esas estrellas la figura geométrica imaginaria que les da nombre, aunque al principio el astrónomo de origen
María Carmen delPuerto VarelaFecha de publicación -
Buscando un sueño imposible
Charles Abbot intentó medir las variaciones en la irradiancia solar desde estaciones en tierra antes de que los satélites lo hicieran El método científico tiene dos elementos esenciales. El primero de ellos es el planteamiento de una hipótesis razonable de partida y el segundo, su validación mediante la observación o la experimentación. En ocasiones, la hipótesis podrá comprobarse en un corto período de tiempo, con lo cual el científico estará feliz, escribirá artículos, demostrará a los evaluadores su eficacia e incluso recibirá algún premio. Ahora bien, en no pocos casos la observación
Manuel Vázquez AbeledoFecha de publicación