La utilidad de lo inútil. Síntesis de apertura

De izquierda a derecha, imágenes obtenidas con radares de apertura sintética (SAR) del planeta Venus, de la ciudad de París (área brillante), con el río Sena, y del Valle de la Muerte, en California, en falso color, con polarimetría. Créditos: NASA-JPL y
Fecha de publicación
Autor/es
María Carmen del
Puerto Varela

La síntesis de apertura se utiliza hoy como método para cartografiar la Tierra. Fue inventado por los radioastrónomos en los años 50 del siglo pasado para resolver un problema con la resolución de los radiotelescopios. Especialmente se lo debemos a Sir Martin Ryle, profesor de Radioastronomía en la Universidad de Cambridge, Astrónomo Real del Reino Unido y Premio Nobel de Física en 1974. Nos lo contaba el astrofísico John Beckman, vinculado Ad Honorem al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), al Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y al Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna (ULL), en su charla con oxímoron: “Astronomía: la Utilidad de lo Inútil”.

Continuación de la entrada “La utilidad de lo inútil. El vuelo del eclipse”, quinto capítulo de la serie “LA UTILIDAD DE LO INÚTIL: Cuando un expresivo ‘oxímoron’ se añade a la Astronomía”.

La resolución en el cielo de un instrumento óptico es directamente proporcional al tamaño de su espejo e inversamente proporcional a la longitud de onda de las observaciones. “La longitud de onda de la luz visible es del orden de 500 nanómetros y la longitud de onda de las ondas radio que emiten el hidrógeno atómico interestelar es de 21 cm. Hay un factor de casi medio millón entre ellas. Para obtener la misma resolución en ondas radio que la de un telescopio óptico de 1 m de diámetro haría falta –advierte Beckman- un radiotelescopio con un diámetro de 500 km, obviamente fuera de consideración”.

Ryle, basándose en parte en trabajos de algunos de sus predecesores, ideó y llevó a cabo un telescopio que ofrecía una resolución angular mucho más alta que la de un radiotelescopio convencional. “Se trataba –apunta Beckman- de un interferómetro de síntesis de apertura, compuesto de una serie de antenas individuales de tamaño moderado (el tamaño típico de entre 10 y 20 m) cuyas señales se combinan para efectuar una imagen. La resolución efectiva se determina por la distancia entre las antenas de máxima separación, y no por el tamaño de cada antena. Las distancias pueden llegar a kilómetros, y así la resolución se aproxima a la de los telescopios ópticos. En las décadas siguientes se han construido interferómetros con separaciones intercontinentales y resoluciones bastante mayores que en el óptico.”

Hoy, con ayuda de satélites y aviones, los radares de síntesis de apertura nos permiten obtener mapas, en relieve, ya sea del planeta Venus, de la ciudad de París, del Valle de la Muerte o del Pentágono.

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