LA REALIDAD DE LA FICCIÓN VI: “Viajes a Marte”

Cartel de la película "Desafío Total" (Paul Verhoeven, 1990)
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Héctor Castañeda
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Héctor Castañeda
Héctor Castañeda

No hay arte como el cinematográfico, capaz de crear nuevos mundos alternativos, sólo limitado por la imaginación de sus creadores. Pero, tal como dijo Pablo Picasso, «el arte es la mentira que nos hace comprender la verdad». La intención de esta sección es llamar la atención sobre aquellos momentos en que una buena recreación de la realidad nos provee, de manera inadvertida, de un mayor conocimiento científico.

En Desafío Total (Total Recall, 1990), Douglas Quaid, interpretado por Arnold Schwarzenegger, debe viajar urgentemente a Marte. La motivación del personaje tiene dos vertientes: encontrar la razón de sus recurrentes sueños, que incluyen a la montaña Pirámide y a una atractiva muchacha morena, y, la más acuciante, evitar a un grupo de asesinos que está tras su pista para matarle. Imaginemos que se dirige a la agencia de viajes más cercana para comprar un pasaje de clase turista a Marte. En el mundo real, la atenta empleada le indicaría algo en la línea de: Lo siento señor Quaid, pero todos los pasajes de esta temporada están vendidos. ¿Le molestaría esperar dos años hasta el siguiente vuelo? Una respuesta no muy atractiva cinematográficamente, pero que se ajusta a la cruda verdad.

El problema no es el viaje en sí mismo, sino la idea que el cine trasmite al espectador: trasladarse a los planetas no entraña más dificultades que las de una travesía en avión. La realidad es que el viaje interplanetario es mucho más complejo. La catarata de arribos de sondas planetarias europeas (Mars Express) y norteamericanas a Marte (Spirit y Opportunity) a fines del 2003 y principios del 2004 nos dan pie para preguntarnos por qué todas esas sondas planetarias llegaron a nuestro vecino con pocas semanas de diferencia.

Cuando se viaja a un planeta asistimos a una compleja danza entre dos cuerpos celestes, pues ambos se están moviendo uno con respecto al otro, orbitando alrededor del Sol. En primer lugar, si queremos llegar a Marte de una manera económica, es necesario elegir la órbita que consuma menos combustible. Al comienzo de nuestro recorrido estamos en la órbita de la Tierra, el punto más cercano al Sol en nuestro viaje. La Tierra se mueve alrededor del Sol a unos 107.000 km/h, alrededor de unos 20.000 km/h más que Marte. La trayectoria de mínimo consumo de energía y combustible se llama órbita de transferencia de Hohmann (denominada así a partir del ingeniero alemán Walter Hohmann, que la describió en 1925). Esta órbita tiene la particularidad de que su trayectoria elíptica es tangente a las órbitas de los planetas de salida y llegada. Siguiendo la órbita de Hohmann, el viaje entre la Tierra y Marte requeriría alrededor de 260 días. En la práctica, las sondas interplanetarias utilizan órbitas más rápidas, pero que requieren más consumo de energía que una auténtica órbita de transferencia.

Tras las consideraciones sobre la trayectoria viene la elección de la llamada ventana de lanzamiento, que corresponde al momento óptimo donde se puede iniciar el viaje al planeta elegido. En el caso de Marte esta oportunidad ocurre cerca del momento en que el planeta está en oposición, que ocurre cuando Marte se halla en dirección opuesta al Sol en el cielo, correspondiendo al momento en que la Tierra y Marte se encuentran más cercanos, aproximadamente cada 26 meses. La elección de ese instante de lanzamiento no es baladí, puesto que la distancia entre Marte y la Tierra puede oscilar entre 56 y 400 millones de km. La oposición del 2003 ocurrió la noche entre el 27 y 28 de agosto, pero los lanzamientos ocurrieron en junio de ese año. Esto ocurre porque en un viaje típico se lanza la nave con la velocidad suficiente para que ésta se escape de la atracción de la Tierra cuando Marte está más adelante de nosotros, a fin de que la nave alcance al planeta en su camino. Allí debemos frenar, para que nos capture la gravedad marciana, que es mucho más débil que la terrestre, igualando nuestra velocidad a la de Marte.

Una vez enviadas a su travesía, las naves se limitan a seguir su trayectoria bajo el comando de las leyes de Newton, que sólo se ve afectada por la atracción gravitatoria de los diferentes planetas y el Sol y por cambios realizados por los mismos motores de la nave. Errores aparentemente triviales, como un error de un carácter en un programa de software (causa de la pérdida de la sonda Mariner I a Venus en 1962), o confusión entre el uso del sistema métrico inglés (que utiliza pies y pulgadas) y el sistema métrico internacional (metros y kilómetros), tal como ocurrió con la nave estadounidense Mars Climate Orbiter en 1999, pueden llevar a la completa pérdida de la misión. Es la combinación de los conocimientos de Física y Astronomía en su máxima expresión la que lleva a las misiones a un feliz término. Todo un tributo para los ingenieros y científicos que crean estas misiones de exploración.

¿Le habrán quedado ganas a Quaid de comprar su pasaje a Marte?

(Publicado originalmente en IAC NOTICIAS, N. 2-2003. pág. 76)

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Esta serie de artículos rinde homenaje a nuestro compañero Héctor Castañeda, fallecido recientemente. "LA REALIDAD DE LA FICCIÓN" fue una sección fija en la revista IAC Noticias, de 2001 a 2006, en la que el investigador analizaba películas y explicaba sus errores y aciertos.